Por el título, habrá quien piense que voy a escribir sobre el lío que tiene el Partido Popular. Y para no defraudar diré que me ha gustado el Rajoy de este sábado. Comentaba con un amigo que su intervención en Elche ha sido lo mejor que ha hecho desde que salió de Galicia. Una demostración de autoridad, demandada por los suyos, con la que trata de poner en su sitio a Esperanza Aguirre. José María Lasalle en El País de hoy, en un artículo algo más potable que los que nos dedica de vez en cuando en la prensa regional, remata a la Presidenta de Madrid con argumentos contundentes. Lasalle, en otro tiempo firme defensor del dogma liberal, ha virado por necesidad —igual que Rajoy— hacia unos planteamientos que pretenden mezclar el liberalismo con el acercamiento a algunas de las clásicas políticas socialdemócratas defensoras del estado del bienestar. Pero, por mucho que se pongan, la intolerancia del PP, su discurso antiguo y su adversión por la solidaridad, les siguen situando bastante más a la derecha de lo que pretenden transmitir.
Por aquí, mientras Diego y Narciso De la Serna se pelean por ver quien es más marianista —hasta que haya que hacerse de Esperanza o de quien sea—, el sábado el Alcalde de Cayón dijo en una entrevista en un medio regional, entre otras cosas, que Rajoy debía retirarse, y hoy en la desconexión matutina de la SER, con Santiago Recio como entrevistado, no se les ha ocurrido —igual es mucho pedir— preguntarle por la crisis del PP; eso sí, hemos asistido a una explicación pormenorizada —digna de los seguidores del chosisme— de cómo, a qué hora y en qué tipo de urna van a elegir los militantes ‘populares’ a sus compromisarios. No entiendo esta dinámica periodística tan extendida en nuestra tierra de evitar las cuestiones problemáticas a los dirigentes del Partido Popular, en menor medida, aunque también, cuando se trata del PRC, para cebarse cuando enfrente está un dirigente socialista. Igual es un problema de fondo y toda la culpa no es de la parte que pregunta, pero sería bueno resolverlo cuanto antes.
No quería escribir del lío del PP y al final… A lo que iba. Este fin de semana he llegado a la conclusión de que todavía hay esperanza para esta ciudad. El viernes tuve una distendida y extensa charla con una mujer muy comprometida con la cultura y, sobre todo, con el fomento de la lectura. Coincidencia de planteamientos, quejas y deseos para el futuro más próximo; sintiéndonos con la necesidad de hacer cosas para que, al menos, no sea por nosotros si nunca pasa nada en Santander. El sábado me levanté temprano en busca de los periódicos, algo de pan y un par de croissants, y saludé la llegada al barrio de Toni Barros, un emprendedor de aquí —retornado de Alemania— que ha abierto un local de diseño —precioso, tenéis que verlo— para vender, entre otras dulces cosas, brownies, tiramisú, arroz con leche, croissants y café Nespresso. Y todo eso al lado de Regma —justo enfrente del Limonar de Soano—, porque si uno opta por el océano azul qué importa lo cerca o lejos que esté la competencia.
En algo más de diez minutos de obligada charla de presentación, compartimos las penas de la ciudad —las habituales—, me habló de alegrías como la música en la draga —no pude evitar sonreir y decirle que fue cosa mía— y coincidimos en lo olvidado que está el Museo de Bellas Artes que, si hubiera un mínimo de voluntad, debería servir de dinamizador de un entorno muy castigado. Larga vida a Toni Barros —espectaculares croissants franceses— y a todas aquellas personas emprendedoras y decididas que apuestan por dar un poco de aliento a esta ciudad llamada Santander. Con gente así hay esperanza.