Recuerdo que me gustaba leer en los periódicos deportivos de Barcelona los comentarios positivos hacia la labor de Ricard Maxenchs. De esto ya hace mucho, yo todavía estaba en el colegio, y no sé por qué me sentía bien descubriendo que Ricard era felicitado siempre por su trabajo como jefe de prensa del Barça. En muchas ocaciones, las informaciones de El Mundo Deportivo y Sport terminaban con comentarios como: «hay que volver a destacar la extraordinaria labor de Ricard Maxenchs» o «es de justicia resaltar la profesionalidad de Ricard Maxenchs, siempre pendiente de facilitar el trabajo a los periodistas». Me gustaba leer esos comentarios. No sé por qué —repito— me hacían sentir bien. Ricard fue la primera persona en la que yo vi encarnada la figura de jefe de prensa, quizá esa sea la razón de haber tenido siempre el listón tan alto. Quizá Ricard me haya hecho ser tan exigente conmigo mismo y con los demás. Se lo agradeceré eternamente.
En estos tiempos, en los que cualquiera se llama a sí mismo jefe de prensa o director de comunicación —o títulos aun más pomposos—, es obligado echar la vista atrás y tomar nota de cómo hacía su trabajo un maestro de la profesión como Ricard Maxenchs. Discreción, atención personalizada, lealtad, dedicación, humildad, imaginación, capacidad de escucha… Son algunas de las muchas virtudes del que fuera primer jefe de prensa de la historia del fútbol español. Fue el primero y fue el mejor. En el Barça le han echado mucho de menos estos últimos siete años, ahora el vacío será mayor porque ya no podrán llamarle para que vuelva a casa. Supongo que se paseará de vez en cuando por la sala de prensa, y tal vez un día de estos se vuelva a escuchar en el Camp Nou aquella mágica frase: «Alguna pregunta més?»
Gràcies per tot, amic Ricard…